“Aquí están asesinando a nuestra gente ante una indiferencia desconcertante”, denunció hace ya tres años Sikuli Mélchisédech, obispo de Butembo-Beni, en el este de la República Democrática del Congo. Al Papa Francisco le conmovió el relato sobre “masacres, continuos secuestros, casas quemadas y farmacias y tiendas saqueadas”, un drama y una indiferencia que no han cambiado mucho. Por eso, ha desoído las dificultades para caminar y las dificultades logísticas y ha asumido el riesgo de emprender esta semana un delicado viaje a dos de los países más peligrosos del mundo.
El Papa llegará mañana al Congo y el viernes a Sudán del Sur, los dos países en la cola del ranquink global de paz 2022 en África. Allí denunciará dos guerras olvidadas, intentará evitar un nuevo conflicto sangriento y de paso afianzará lazos con los cristianos anglicanos y presbiterianos.
Primero, el Papa denunciará el escandaloso contraste entre la riqueza de las minas de cobalto, oro y diamantes de la República del Congo, con la situación de miseria en la que sobrevive su población. Desde hace décadas, la gente común paga con su sangre las escaramuzas con la vecina Ruanda y las matanzas inhumanas de guerrillas que se disputan el control de las minas de coltán.
El viernes se trasladará a Sudán del Sur, el más joven del mundo, donde desde 2013, las luchas de poder entre sus líderes han desembocado en una guerra civil con 4 millones de muertos y 2 millones de desplazados.
La gira de Francisco estaba prevista para el pasado mes de julio, pero la lesión de rodilla obligó al Papa a aplazarla, reducir la agenda inicial y limitar el número de desplazamientos por razones de seguridad. El Sumo Pontífice no irá a Kivu, pues las aglomeraciones de peregrinos y la presencia de prensa internacional son una tentación demasiado peligrosa para las milicias armadas que están sembrando terror en la zona.
Son unas 130 milicias que se disputan el control del territorio, los impuestos y los recursos naturales de estas zonas, y ni el ejército congoleño ni la presencia de 15.000 soldados de la ONU consiguen detener su avance.
La situación en Sudán del Sur es aún peor. Francisco verá un país desfigurado por años de hambre, epidemias, matrimonios forzados y conflictos tribales. Se unirán al viaje del Papa otros líderes cristianos. La propuesta es limar asperezas y desconfianzas entre confesiones cristianas e impulsar juntos el proceso de reconciliación y el fin de la guerra civil en el país.
Según el coordinador de la visita a Sudán del Sur, Samuel Abe, el viaje “es una peregrinación de paz que busca la reconciliación”. Por eso, espera que con la presencia del Papa mejoren las cosas, para un futuro mejor, que tener confianza mutua en la población.
Francisco es el primer pontífice que visita Sudán del Sur. Juan Pablo II estuvo unas horas en Jartum en 1993, cuando aún Sudán del Sur no era independiente. Le espera un país en ruinas, prisionero de la inseguridad. Justo por eso va.