Son innumerables los hechos violentos que día a día se suceden en nuestra sociedad argentina, en todos los ámbitos, en todas sus formas. Incomprensibles, repudiables, inhumanos, sin razón. Desde los últimos dos casos mediatizados a nivel nacional: los crímenes del pequeño Lucio Dupuy, en La Pampa, y el del joven Fernando Báez Sosa, en Villa Gesell, hasta el resto de los casos –conocidos o no- de lo que sucede en el país y que tiene como partícipes a personas de todas las edades, sexo, condición social o económica lleva a preguntarnos por qué se produce esta escalada violenta que crece a pasos agigantados y parece condenarnos a vivir con ella permanentemente.
“Una multiplicidad de factores llevan a ella y estas variables han sido estudiadas por los historiadores de la civilización desde tiempos remotos, sin embargo cuando la violencia quebranta el contrato social, aparece la pregunta que nos lleva a buscar respuestas en relación a la génesis de la misma”, dice Analía Forti, magister en Psicología Social y licenciad en Ciencias para la familia.
Duele profundamente cuando nos e enteramos de casos aberrantes donde los niños (incluso los bebés de pocos días de vida) son golpeados, abusados y hasta asesinados por sus propios padres biológicos. O cuando personas ancianas también resultan víctimas de delitos violentos que tiene como victimarios a sus propios hijos y cuando las peleas entre bandos, se llevan la vida de terceros inocentes.
“Las ciencias sociales –dice la especialista- han identificado diversas causas de las conductas violentas, tanto biopsíquicas como psicosociales y socioculturales. Todas ellas son verdaderas pero de manera parcial, ya que en los seres humanos tanto el instinto de supervivencia como las reacciones emocionales, la frustración, la injustica y aún la influencia cultural pueden motivar conductas violentas”.
Sin embargo, existe una violencia extrema que impacta en el ámbito social, siendo esa violencia extrema exclusiva de la especie humana y es lo que conocemos como “maldad”.
René Girard y Víctor Frankl consideraban que si logramos darnos cuenta de nuestros íntimos deseos y orientamos nuestra vida con sentido, es posible prevenir las conductas violentas. Para esto es necesario educar la autoconciencia, la responsabilidad y la toma de decisiones en la vida, la noción de trascendencia y los valores que rigen la existencia con otros.
La ciudad de Rosario se ha transformado en los últimos años en uno de los lugares más violentos y peligrosos del país debido al accionar de las bandas narcos que ha dejado muchas muertes y miedo a su paso. El gobernador de Santa Fe, Omar Perotti, echó al ministro de Seguridad, Rubén Rimoldi, en medio de una seguidilla de atentados contra sindicatos, comercios y dependencias policiales. Cada día asistimos como espectadores a la información sobre hechos aberrantes de violencia sobre niños, jóvenes, mujeres y ancianos. Ante esto surge el clamor social suplicando Justicia.
“Nadie parece estar dispuesto a trabajar eficazmente en la prevención, erradicación y sanción de la conducta delictiva, violenta, cruel, perversa, aberrante, brutal e inhumana que pone a una sociedad en jaque, dejándola sumida en el aterrador dolor de estar a expensas de la violencia extrema y la maldad impredecible, en cualquier momento, en cualquier lugar, a manos de cualquiera, sin posibilidad de protección ni defensa, ni justicia”, expresa la licenciada Analía Forti.
El contrato social se ha roto y sin él la convivencia social no es posible. Tal vez es tiempo que la Justicia se quite la venda de los ojos para ver a las víctimas y brindarles la protección que el Estado debe proveer para mantener la vigencia del contrato social que nos permita vivir en una sociedad civilizada y no en estado de naturaleza.