Editorial

Nadie quiere crecer en pobreza

Unicef realizó una radiografía cuantitativa y cualitativa de la pobreza en el país. Sostuvo que 8,8 millones de la población infantil argentina son pobre y convocó a “La Poderosa”, una organización social con presencia en barrios populares, para asignarle rostro y voz a las estadísticas.

Se convirtió un informe de pobreza en un documento multisensorial: se preocupó en darle contexto, relieve y sentido al dato frío. Analizó y desmenuzó las estadísticas crudas. Tomó los datos del Indec que, en el primer semestre del 2022 encontró que el 51,5% delas niñas y niños eran pobres porque vivían en hogares cuyos ingresos no alcanzaban para cubrir la canasta básica de alimentos y servicios.

El 51,5% es un porcentaje que equivale a 6,8 millones de cicas y chicos es lo que Sebastian Waisgrais, especialista en inclusión social de Unicef, denomina “pobreza monetaria”, una dimensión de la pobreza que persigue la macroeconomía, aumenta en las recesiones y se reduce a las expansiones, es dependiente de los ciclos económicos, del proceso cambiario y fundamentalmente de los precios. Pero la pobreza no es solo monetaria, aclara el relevamiento, Hay una pobreza asociada a las privaciones de derechos básicos que trascienden las esferas  de los ingresos: significa la no satisfacción de las necesidades básicas que puede interpretarse como una vulneración de derechos.

La educación, la protección social, la vivienda adecuada, el saneamiento básico, el acceso al agua potable, el hábitat seguro son privaciones no monetarias que atraviesan a las zonas carenciadas del país. 42.5% de niños, niñas y adolescentes son afectados en Argentina por esta clasificación de pobreza. La traducción del porcentaje es de 5,6 millones de la sociedad no adulta.

En la unión de quienes experimentan carencias por nivel de ingreso y de quienes tienen privaciones en derechos básicos, el porcentaje asciende a 66%: los 8,8 millones de niños, niñas y adolescentes “sin rostro” de los que hablaba Sebastián Waisgrais. Esa cifra tiene otro cristal de análisis, más representativo y doloroso: tres de cada diez chicos viven en hogares con ingresos insuficientes y padecen, al mismo tiempo, la falta de un derecho básico vulnerado.

Hay una cuarta categoría de pobreza: la que no desaparece ni siquiera en las casas donde vive, al menos, una persona adulta que trabajaba. El estudio indica que 9  de cada 10 niños en situación de pobreza monetaria pertenecen a hogares que se componen al menos, un trabajador. “Esto refuta las afirmaciones de la que la sola creación de empleo, sin diferenciar el tipo de empleo y su calidad, es una vía automática para salir de la pobreza”, expresan desde Unicef.

En la radiografía cualitativa y cuantitativa que hizo Unicef “hablaron con los vecinos para saber cómo se vive en los barrios populares porque se fantasea de lo que pasa por este lugar para ver la realidad concreta y eso es lo que nos parece fundamental para ponerle a esos números una cara, voces y realidad”, dice María Claudia Albornoz, referente de la ONG “La Poderosa”.

Albornoz sostuvo que “la vida en los barrios populares es muy difícil, es vivir sin urbanización, con problemas de agua y pensando siempre en la comida”. Nadie debería permitir que un niño sufra hambre.

¿Quién quiere nacer pobre? Seguramente nadie quiere nacer y vivir en la pobreza y con las necesidades que eso trae de la mano. Pero vivimos en un país muy desigual y donde los niveles de pobreza son del 50%.

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